Terminó en Mundial y nos quedamos vacíos. Sin el título
obviamente, pero pareciera que después de esto, solo queda la nada. ¡Qué
haremos durante estos próximos cuatros años! Pobre sociedad moribunda en la
cual habitamos.
En otras latitudes, con título en mano, festejo y diversión
organizada. Si hubiera sido derrota, un recibimiento un poco más frío y a los
minutos la vida sigue. Sin saqueo de comercios ni batallas con la policía. El Estado,
presente.
Los argentinos nos jugamos en cada pelota la vida misma, la bandera,
la Patria, las Malvinas, la familia, la Biblia y porque no el calefón. Nuestros
muchachos son ¡Héroes!, aunque ni sepamos donde juega Basanta y quien carajo es
Campagnaro. No terminó el Mundial y ya le preguntábamos al DT si seguía. Nos
enojamos porque los locales nos cargaron luego de perder la final, cuando
durante un mes entero les preguntamos, en su casa, que se sentía.
Los alemanes disfrutan, bien rociados de cerveza, de un
espectáculo donde, generalmente, les va bien. Pero si les va mal, la vida
sigue. Redoblarán esfuerzos y esperarán una nueva oportunidad. Lo vienen
haciendo hace 24 años, pero desde hace 10 años más metódicamente.
Se juega como se vive.
Siempre la culpa de nuestras desdichas se debe a factores
exógenos. Codesal o Rizzoli, Havelange o Blatter. Obviamente ya nos olvidamos
de aquellos que no cobraron el penal a favor de Irán o quien ignoró la mano de
Maradona en México. El hincha siempre pide injusticia. Más cuando somos casi
dioses.
Se juega como se vive.
Esperamos la genialidad casi milagrosa de Messi, que aumente
la soja en Chicago o que Vaca Muerta nos convierta en la nueva Dubai. Viveza
criolla y talento. Una derrota es el fin del Mundo, el Default, la Dictadura.
Los teutones, construyen piedra sobre piedra su país, su
sociedad y su selección de fútbol. Solidaridad, tesón, preparación y talento.
Una derrota es una piedra que se cayó de la pared. Se la vuelve a colocar,
despacio, cuidadosamente y listo.
Se juega como se vive.
Cristina no se quiso mostrar y no pudo ni mostrar a su
vicepresidente. Angela, canciller, fue con su presidente. La máxima representación
argentina en el momento de la coronación fue el vicepresidente de Boca.
No podemos mostrar ni a Grondona. Tuvimos que esconder a los
barras. Nuestros dirigentes revendían entradas. Así nos va.
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