Reconozco que escribo esto desde la bronca y la impotencia. Se
suceden elecciones tras elecciones y no figuramos. Hasta Altamira sacó un
millón de votos en su momento. Nosotros en cambio, nada. Alguna agrupación
testimonial saca 3.000 votos en la Ciudad de Buenos Aires y un puñado más en la
Provincia. El resto del país nos transmite un enorme silencio electoral, casi
sepulcral. El Nacionalismo no existe.
Eso sí, las redes sociales muestran decenas de grupos
nacionalistas, todos comandados por pequeños Führers, con rimbombantes nombres,
coloridos símbolos, y hermosas frases y dichos. Entiendan que no lo digo desde
afuera. Yo he sido parte de todo esto. Todos pequeños sellos de goma, algunos
valiosos e interesantes, otros folklóricos y sin sentido, pero todos peleados
entre sí. Nacional socialistas, fascistas, peronistas, nacionalistas católicos,
acólitos de Puttin, etc. Un conglomerado de voluntades sin claridad. Y
específicamente sin objetivos claros.
Y todos nos preguntamos, si somos patriotas, honestos,
defendemos la familia y los valores compartidos por la mayoría de la gente
sana, ¿por qué vivimos en este ostracismo político? Básicamente, porque hacemos
política de una manera que está totalmente agotada. Atrasa. No aprendimos nada.
Aparte, nos mentimos a nosotros mismos. Nos prendemos a una
manifestación de un millón de personas contra CFK, y mostramos fotos de “la
numerosa columna de camaradas”. Mentira. Eran treinta. Valiosos, pero pocos.
No hacemos nada que los triunfantes movimientos nacionales
que admiramos hayan hecho. Nada. Esos movimientos, basados en valores
ancestrales, estuvieron firmemente enraizados con la gente de ese momento, y
sus necesidades y problemas. Nosotros vivimos en el ayer. En muchos casos, en
ese ayer. Nos conformamos con levantar el dedo índice y decir en una raleada
reunión en el hotel Castelar (es decir, siempre de Callao para el río) que “el
problema mundial es el sionismo internacional”. Es probable que lo sea. Pero no
somos capaces de convencer a nadie de esto. Y menos a que luche para que deje
de serlo.
Somos el discurso pero no la acción.
Somos el pasado y no el futuro.
Somos el folklore y no la política.
Intentaré semana tras semana de tratar de descifrar cuales
son los males del nacionalismo argentino. No para mofarme de los mismos, sino
para intentar, por enésima vez, corregirlos.
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