jueves, 26 de febrero de 2009

Ídolos con pies de barro


La excesiva presencia política de don Néstor Kirchner no solo opaca la figura de la presidenta, su señora doña Cristina F de K, sino que crea en esta última síndromes de confusión.

Durante su publicitada visita a Tartagal, mojada y embarrada, Cristina arremetió con un discurso de tinte opositor en plena campaña electoral: "La verdadera tragedia acá es la pobreza estructural", dijo la presidenta luego de recorrer varios puntos de la ciudad y destacó que "hay muchos 'Tartagales' en Argentina, demasiados para mi gusto", como si el gobierno estuviera en manos de otros.

El panegirista gubernamental Jorge Giles dice al respecto: "Aquí, los que se resistieron a la redistribución de la riqueza con la 125 y allá, la Presidenta en el lodo sufriente de Tartagal, afirmando que esta es la tragedia de la pobreza estructural, que el alud lo pone al desnudo, que hay muchos Tartagales en el país y que sólo con la redistribución justa del ingreso podremos desterrar tanta injusticia. Y que lo dirá hasta que se muera."

Conmovedor. Muchachos, gobiernan ustedes, ustedes...

lunes, 23 de febrero de 2009

De miserables y nacionales...




No tengo ganas de escribir, me carcome el corazón la muerte de la chiquita de 2 años de Gerli atropellada y asesinada por adolescentes borrachos de esta Argentina anárquica y salvaje, donde todo vale salvo ir por la vida por Derecha.

Pero les quiero dejar una nota de Pacho O'Donnell, muy interesante.

Nacionalismo, pecado o virtud

Pacho O´Donnell
Para LA NACIÓN

12 febrero 2009


Los argentinos padecemos de un adelgazado orgullo nacional, un frágil sentimiento patriótico. Lejos de ser banal, ésta es una de las razones de nuestra postergación. Los motivos son muchos; uno, es que siempre imperó la idea de que nuestro progreso residía en mimetizarnos con los países poderosos.

El nacionalismo es hoy una convicción y un sentimiento a contrapelo de la tendencia a subrogar el amor a la patria por el espejismo de ser "ciudadanos del mundo", sobornados por la transmisión en tiempo real de la informática y la TV. De eso trata la globalización que nos ha tomado sin puntos fijos donde afirmarnos, a diferencia de lo que sucede en Brasil o en México, donde el compromiso de los ciudadanos con sus tradiciones protegió de ser arrasados. Debe hablarse entonces de "glocalización", lo global interrelacionado con lo local.

En nuestra Argentina, confesarse nacionalista suele requerir aclaraciones: "nacionalista pero sin zeta", "nacionalista pero no de derechas". Es previsible que, ante la mención de esa palabra en nuestro interlocutor, se dispare un mecanismo de cuestionamiento, porque ha quedado asociada a gobiernos autoritarios, que han utilizado una supuesta "defensa de lo nacional" para justificar su barbarie. Y lo del "ser nacional" ha servido para censurar, torturar, matar. Tampoco tiene prestigio la palabra "patria", caída en desuso por parte de nuestros políticos y funcionarios.

Otra razón es que las ideologías dominantes en nuestro planeta, el capitalismo y el marxismo, son internacionalistas, es decir, suponen ser aplicables en cualquier país del mundo con algunos ajustes. El nacionalismo es un obstáculo a eliminar, como lo demuestra el que un movimiento de esencia nacional como el peronismo ha impedido que nuestros sindicatos respondan, como en la mayoría de las naciones, a alguna de las derivaciones del marxismo.

¿Qué es ser nacionalista? Amar a su patria. En sentimiento, en pensamiento pero sobre todo en acción. Amar sus paisajes, su gente, su cultura, sus posibilidades. Empeñarse en hacerla mejor, en comprometerse en aportar el granito de arena que le corresponde y hacerlo con alegría.

Ello no implica despreciar lo exterior, eso sería chauvinismo, una patología del nacionalismo que ha desencadenado guerras y genocidios, aunque debajo de esos pretextos siempre se esconden motivos económicos. El buen nacionalismo no presupone ser mejor que otros, tampoco cree que su verdad deba ser impuesta a otros. Sabe que en lo ajeno hay aspectos positivos que deben ser incorporados para mezclarlos con lo propio y mejorarlo.

El nacionalista sabe que tiene responsabilidades hacia su patria. Es un patriota, es decir, etimológicamente, pertenece "a la tierra del padre". Y los compatriotas son "hijos de un mismo padre", es decir, hermanos. Por ello, un buen espíritu nacional compele a la intolerancia hacia la precariedad en el acceso a la salud, la educación, la cultura de tantos hermanos sumergidos en la pobreza, de la que es principal culpable la devastadora corrupción que desde hace mucho tiempo corroe nuestras posibilidades como país, como sociedad y como individuos, potenciada por la grave falta de compromiso de algunos "hijos" con su patria. ¿Es imaginable una deuda externa como la que nos estrangula de no ser porque quienes la contrajeron estaban más atentos a sus intereses que a los patrióticos? Es una prueba del desamor hacia lo que debería ser amado.

La desatención hacia nuestros símbolos, banderas ausentes en las ventanas en días patrios e himnos cantados con desgano y pudor, han hecho que la camiseta del seleccionado nacional de fútbol se constituyera en el mayor referente de un sentimiento colectivo ligado a lo nacional. A esto hay que agregar la ligereza con que, con la justificable intención de potenciar el turismo, se cambian las fechas de los feriados que celebran hechos históricos sin que haya empeño en explicar su significado.

Tenemos en nuestra historia personalidades y circunstancias admirables cuyo conocimiento y exaltación deberían servir como modelos de identificación para vigorizar el orgullo nacional, que nos haría sentir partícipes de un proyecto con tradiciones, valores, cultura y afectos compartidos. Se es nacionalista cuando cotidianamente se cuida ese hogar simbólico que es la patria comenzando por uno mismo, esforzándose en ser honesto y solidario, implacable en la denuncia de la corrupción y de la ineficiencia; infundiendo en nuestros hijos con la prédica y, sobre todo con el ejemplo, el valor del estudio y del esfuerzo.

Ser nacionalista y patriota es valorizar a U2 y a Madonna, pero también a Astor y a Atahualpa; apreciar el cine de Scorsese y los hermanos Taviani, pero también el de Lucrecia Martel y Leonardo Favio; imaginar un destino más patriótico para el dinero que una cuenta en Suiza; no apreciar el tango porque gusta en Europa sino por sus valores superlativos; estudiar a los sociólogos franceses, pero también a Jauretche y a Scalabrini; no admirar a Borges porque eligió ser enterrado en Ginebra sino por su genialidad impregnada de porteñismo; enorgullecerse de llevar adelante una empresa nacional; rescatar a grandes escritores como Marechal, Gálvez y Castellani, que por nacionalistas y católicos fueron expulsados del Parnaso literario argentino; preocuparse en poner los conocimientos adquiridos en alguna forzada emigración al servicio de nuestro país; insistir en que Buenos Aires poco o nada se parece a París sino a sí misma.

En última instancia, ser nacionalista y patriota es enfurecerse porque nuestra Argentina no es lo que debería ser, hacernos cargo de nuestra propia culpa en ello y no autoindultarse echándosela a los demás, comprometernos en la política, en la acción gremial, en la acción solidaria para desalojar aquello que nos enferma como sociedad; hacer un buen uso de los recursos de la democracia pasando de la pasividad quejosa a la acción positiva y, cuando sea necesario, echar mano a nuestro coraje.

Es un buen ejercicio en cada situación que agreda nuestro orgullo patriótico, desde la más nimia a la más flagrante, imaginar qué es lo que pensaría y haría el prócer que más admiremos, sea San Martín, Belgrano, Dorrego, Rosas, Mitre o Roca, y actuemos como él. Porque ellos fueron seres humanos comunes, como todos nosotros, a quienes su pasión nacionalista, el amor por su patria, los llevó a acometer acciones extraordinarias.

sábado, 21 de febrero de 2009

El Argentino: ¡Buenas noticias!



Muchas personas se han preguntado que pasaría si un diario solo publicara buenas noticias. Creo que además se ha hecho algún experimento por ahí. Las respuestas son siempre las mismas: dicho diario fracasaría.

El gobierno de Néstor Kirchner nos ha sorprendido nuevamente (obviamente remando contra la corriente): emite un diario de buenas noticias: El Argentino, matutino de distribución gratuita.

El mismo nació disfrazado: a algunos opositores se les ofrecían pequeñas columnas para intentar demsotrar un nivel de pluralismo que obviamente el elenco gobernante no tiene.

Rápidamente el diario se despojó de ese disfraz y se convirtió en una tribuna desde la cual se propalan los discursos de doña Cristina F de K; y se nos enseñan las increíbles realizaciones del gobierno nacional, nos muestran en definitiva un país que no existe, casi un folleto pre-electoral.

Pero no seríamos honestos si no dijésemos que también hay un espacio para la crítica periodística: en este caso, los destinatarios de las mismas son el ingeniero Macri y todo su elenco de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, los oligarcas del campo y como siempre, la derecha que acecha.

Se ha hecho costumbre una columna de un tal Jorge Giles, al cual tuvimos nosotros la oportunidad de conocer recién en este matutino. Hemos encontrado un blog a su nombre por lo cual podemos suponer que existe; sino, podríamos llegar conjeturar que se trataba de un seudónimo de Néstor K.

No se pierdan dicha columna. A través de su lectura, podrán entrever cual es el pequeño mundo de Néstor Kirchner.

jueves, 5 de febrero de 2009

Dejemos volar nuestra imaginación...


Imagínense una sala de reuniones. No demasiado grande. Digamos una con capacidad para veinte o treinta personas como mucho. Supónganla concurrida por los principales decisores del establishment norteamericano, más algunos invitados de Gran Bretaña y de Europa. Pero por favor no se la imaginen como una tenebrosa reunión secreta y conspiradora entre Rockefeller, Guggenheim, Warburg, Rotschild, Murdoch y todos ellos. Por de pronto, esa gente no se reúne en salas de conferencias. En todo caso, lo hace en el bar de algún club de golf o en la cubierta del yate de alguno de ellos. Pero, además, cuando se juntan tampoco lo hacen para elaborar planes. En todo caso se juntarán para acordarlos. Para elaborarlos, financian a grandes centros de estudios, contratan a expertos, patrocinan universidades y emplean a ejecutivos cuya gratificación anual depende estrictamente de los resultados. La reunión que quiero que imaginen es precisamente una con esos ejecutivos antes de las primarias en los EE.UU.

Supongan que alguien abre la sesión y pregunta:

— Bien damas y caballeros. Vayamos al grano y veamos: ¿Cuál es nuestro problema?

— Pues, para ponerlo en términos crudos y simples, nuestro problema principal es sacar la nave de los Estados Unidos del pantano en el que, por varios motivos, se ha atascado.

— Bien. ¿Qué hace falta para eso?

— Varias cosas, pero principalmente recuperar la confianza; recuperar la credibilidad en que el bono del tesoro de los EE.UU. es una inversión de riesgo cero y el dólar vale lo que nosotros decimos que vale.

— De acuerdo. Pero ¿cómo lo hacemos?

— Bueno, primero y principal: de algún modo hay que convencer al público de que la nave de los EE.UU. puede en absoluto salir del pantano en el que se ha metido.

— Eso es clave, de acuerdo. Pero entonces la pregunta es: ¿qué necesitamos para eso y, dentro de ese marco, cómo encaramos las próximas elecciones presidenciales?

— Por de pronto, de acuerdo con nuestro análisis, necesitamos una figura con determinadas características. Tiene que ser simpática para generar adhesión, tiene que ser exitosa para ser creíble, tiene que ser (o parecer) relativamente joven para dar una imagen enérgica y tiene que ser aceptablemente inteligente para contrastar con el pobre Bush que ya cumplió su tarea.

— Creo que todos estamos de acuerdo en eso. Ni siquiera los norteamericanos soportarían a otro presidente tan estúpido.

— Bien, todo eso es cierto y necesario pero también es demasiado obvio. Siendo obvio, no será suficiente. Nos hace falta algo más; un toque extra que nos garantice el empujoncito adicional. Algo que fortalezca una imagen de cambio, de otro New Deal, de un "ahora sí"; algo que además de confianza despierte cierto grado de entusiasmo; algo que sea una verdadera novedad. Para hacer creíble la confianza en el cambio tenemos que hacer creíble también la posibilidad cierta de un cambio.

— Bueno, nuestra figura podría ser una mujer. La primera mujer presidente de los EE.UU. Eso sería un cambio.

— ¿Están pensando en Hilary Clinton?

— Por ahora sólo la hemos considerado.

— Podría ser, pero nosotros tenemos algunas dudas. En realidad, ya hay mujeres ocupando la presidencia en otros países, por lo que no sería tan grande la novedad, y la conexión demasiado estrecha con Clinton podría perjudicar más de lo que ayuda. Yo diría que para esa alternativa necesitaríamos a alguien más parecido a la Maggie Thatcher. Pero, en fin, está bien, podemos largarla a las primarias y ver cómo se mueve.

— ¿Y si no funciona? ¿Qué les parece un chicano?

— No. Un chicano no puede ser. Tener a un mejicano o a un puertorriqueño en la Casa Blanca (¡de un cubano de Miami ni hablemos!) nos podría dar un regio dolor de cabeza con todos esos locos izquierdosos sueltos por América Latina y además sería darle demasiada entidad a una minoría que, dentro de todo y por ahora, es bastante manejable. No. La alternativa a una mujer sólo puede ser un negro.

— ¿Un negro?

— Bueno, está bien, maticemos: un negro lo suficientemente negro como para entusiasmar al gran caudal de votos negros pero no tan negro como para asustar a los votantes blancos.

— O sea un mulato.

— Exacto. Un mulato – de buena apariencia, simpático, inteligente, etc. etc. como ya definimos – lo suficientemente ambicioso como para aceptar nuestras condiciones, lo suficientemente inexperto como para aceptar nuestra planificación, y lo suficientemente y advenedizo y carente de equipo propio como para no tener más remedio que aceptar a quienes le pongamos al lado.

— ¿Tenemos a alguien así?

— ¡Por supuesto que lo tenemos! Está en el Senado ahora. Obama. Senador por Illinois.

— ¿Obama?

— Sí. Barack Hussein Obama.

— ¡Por Dios! ¿Hussein? ¿En serio se llama Hussein? ¿Están seguros? ¡Eso es árabe!

— Bueno sí, se llama Hussein. Padre africano de Kenia. Madre blanca norteamericana de Kansas.

— ¡Hussein! Eso puede traer problemas . . . A los muchachos en Israel eso no les va a gustar ni medio.

— Quizás al principio; pero en cuanto vean la foto se tranquilizarán. El tipo es mulato de pies a cabeza. Aparte de ese nombre imposible, no tiene ni pizca de árabe. En todo caso, lo de Hussein hasta nos puede servir para decir que eso demuestra que no estamos en contra de los mahometanos ni de los árabes sino tan solo en contra de los terroristas mahometanos y árabes.

— ¿Y quién demonios se va a creer eso?

— Nadie. Pero como argumento es irrebatible y como discurso es muy apropiado.

— Está bien. Larguen las primarias con esos dos. Si Hilary no funciona, hacemos el enroque y lanzamos al Hussein ése.

— Obama

— Bueno, sí. Obama. Lo que sea. Borren lo de Hussein.

— ¿Y qué hacemos con Hilary si el candidato al final es Obama?

— Hacemos otro enroque y le ponemos a Hilary como secretaria de Estado.

— ¡Brillante!

— Puede funcionar. Pero avisen a la gente en Tel Aviv. De entrada no les va a hacer ninguna gracia que nos pongamos a votar por un Hussein mientras ellos están enfrascados en cómo bombardear a un montón de Husseins en Gaza.

La 4161 y Dachau


Estos días leí por vez primera, el decreto 4161 mediante el cual, la Revolución Libertadora decretaba la "Prohibición de elementos de afirmación ideológica o de propaganda peronista".

El mismo es de un tenor casi tragicómico: para defender la Libertad, sus herramientas eran...prohibir.

Sirva como ejemplo el siguiente párrafo..."Se considerará especialmente violatoria a esta disposición la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios Peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones “peronismo”, “peronista”, “ justicialismo”, “Justicialista”, “tercera posición”, la abreviatura PP , las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales “Marcha de los Muchachos Peronista” y “Evita Capitana” o fragmentos de las mismas, y los discursos del presidente depuesto o su esposa, o fragmentos de los mismos."

En curioso analogía y temporalmente demasiado pegado a la matanza de Gaza, nuevamente los prohombres de la Democracia, declaran herejes a aquellas personas que dudan de un hecho histórico (el llamado Holocausto) o que por lo menos quieren discutirlo. O que solamente se preguntan si realmente sucedió como cuenta la historia oficial.

Ahora pregunto y desearía que alguien pudiera responderme. ¿Por qué los sostenedores del Holocausto no aceptan el debate para de una vez por todas derrotar a quienes lo niegan, si es como dicen el hecho más estudiado de la Historia?

En una época donde todo se cuestiona, el Holocausto se está convirtiendo en una verdad revelada, vaya a saber de que religión.

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