sábado, 26 de septiembre de 2020

El año que vivimos en peligro. COVID y peronismo



En breve tiempo, decenas de libros acerca de esta crisis pandémica mundial inédita se editarán. Análisis macro, regional, nacional, pequeñas historias y miserias humanas, libros anecdóticos o de historias de vida. De héroes, villanos y ciudadanos comunes. Menuda tarea le queda a quien analice el comportamiento del estado nacional argentino y de su principal distrito, la provincia de Buenos Aires.

Quizás hoy aún es temprano para ese análisis, pero lo ocurrido ayer, cuando la provincia anuncia sin ponerse colorada que debido a un cambio en la política de contabilización de fallecimientos por la enfermedad y un cruce de sistemas informáticos, suma más de 3.500 muertos a un total que a nivel provincia no llegaba a los 10.000. Un número tremendo, conmocionante y que nos llama a la reflexión. En manos de quienes estamos….

Podemos ensayar un somero análisis de la pandemia en la Argentina, sin ser detallistas. Desde el verano, cuando el Ministro de Salud de la Nación Ginés González García, luego de asumir al ritmo de canciones de barras bravas y al grito de “Salud es Ministerio”, desestimó la gravedad del COVID, considerando que la gripe común era más grave y que veía difícil que llegara desde China. Primera gran curva que se comió don Ginés.

Luego tuvimos a partir del 20 de marzo la primera cuarentena por 14 días, que dura con modificaciones y mutaciones hasta hoy, 26 de septiembre.

Recordemos las primeras conferencias de prensa del presidente Fernández, el gobernador soviético Kicillof y un incómodo Rodriguez Larreta. El presidente y el gobernador, con innumerables filminas, le demostraban al mundo como se debía combatir esta pandemia. Era la época del modelo argentino y de los cruces diplomáticos con Suecia y Chile, países que hacían las cosas mal….

El tiempo siguió implacablemente y los números de contagiados y muertos aumentaban de la misma manera. Ahora las conferencias de prensa ya eran más cortas y no permitían preguntas. Larreta dejó de ser el amigo y desde las estáticas filminas ya le arrojaban envenenados dardos. 

Los peronistas, marxistas y otras yerbas, militaban la cuarentena con el fanatismo del converso. Los periodistas de canales oficialistas recorrían las calles en busca de infractores a los DNU presidenciales (siendo que fue en los medios de comunicación donde se dieron gran cantidad de contagios y no entre los odiados runners). Todo aquel que protestaba era un anticuarentena, antivacunas y simpatizante de la tierra plana. Todo indicio de rebrote en algún rincón recóndito del planeta les servía para afianzar su idea de confinamiento eterno. Casi que los festejaban. 

Entre todo esto, tuvimos el papelón de la expropiación de Vicentín, una Justicia paralizada, uan vicepresidente solo preocupada por garantizar su impunidad, la negociación por la deuda, la rebelión policial, el robo a los recursos de la ciudad de Buenos Aires, las ocupaciones de terrenos, un tetazo televisado y un dólar imparable. Una economía paralizada, una desocupación que no la detienen ni los decretos gubernamentales, miles de comerciantes fundidos y decenas de miles de empleados públicos y de sindicalistas bien resguardados en sus casas, en un silencio cómplice.

Los números de la pandemia mejoran en la ciudad de Buenos Aires y empeoran en el resto del país. Ya no es tiempo de conferencias de prensa. Un videito de 2 minutos impersonal le informa a los argentinos que la cuarentena se alarga por 3 semanas más. Como explicarles sino que los runners y los bares en CABA no aumentaron los casos, y sí lo hicieron las reuniones privadas en lugares donde los encuentros al aire libre estás cuasi prohibidos. Y que la cuarentena anticipada para prepararnos para lo peor, no fue suficiente….

Esto aún no terminó, llevamos 200 días de cuarentena ad-hoc. Dejamos de dar ejemplos al mundo. Sería bueno que resolviéramos nuestros problemas y no demos largas explicaciones de las causas preexistentes de nuestros fracasos cotidianos. Porque éxitos, pocos.

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