lunes, 23 de marzo de 2009

Preguntas tontas


por Denes Martos


¿Es tan difícil sentarse y diseñar un plan estratégico para la Argentina que prevea medidas contra la recesión, el desempleo y la desinversión? ¿Es tan difícil construir un ambiente de confianza entre gobernantes, productores, distribuidores, vendedores y consumidores? ¿Es tan difícil detectar, investigar y mandar presos a los corruptos? ¿Es tan difícil construir un Estado eficiente, orientado a objetivos concretos y metas claras, que recaude bien y que – sobre todo – gaste bien, sin ahorcar impositivamente a nadie y sin despilfarrar lo recaudado en estupideces y en arreglos inconfesables? ¿Es tan difícil hacer cumplir sencillamente la ley? ¿Es tan difícil redactar un cuerpo de normas jurídicas, severas pero coherentes y justas, que no tenga más agujeros que un colador y que sirva para algo más que para garantizarle buenos honorarios al gremio de los abogados? ¿Es tan difícil construir un sistema de justicia social en el cual el que trabaja pueda vivir decentemente y el que más y mejor trabaja pueda hasta vivir por encima del promedio? ¿Es tan difícil desarmar el negocio de la salud construyendo hospitales públicos bien equipados y eficientes? ¿Es tan difícil lograr un sistema educativo del cual los egresados no salgan creyendo que San Juan fue el tío de San Martín o que un kilómetro es un kilo de metros? ¿Es tan difícil aprovechar esta crisis financiera internacional para replantear todo el embrollo de nuestra deuda externa? ¿Es tan difícil dirigirse honesta y sinceramente a nuestra juventud y entusiasmarla con un buen proyecto y con cosas que realmente valen la pena en lugar de venderle escapismos que al final la terminan arruinando y hasta matando?

¿Es tan difícil construir un país?

No. Créanme. No es soplar y hacer botellas pero tampoco es tan difícil. Por supuesto, se hace bastante más difícil hacerlo en medio de la tormenta. Pero aún así, con un buen equipo de gente dotada de tan sólo dos dedos de frente y un buen par de atributos masculinos puestos dónde hay que ponerlos, no es – para nada – imposible.

Se hace imposible solamente cuando, en medio del berenjenal en el que estamos metidos, nuestros insignes politicastros, en lugar de ensayar aunque más no sea alguna respuesta al montón de preguntas tontas que acabo de hacer, se ponen a discutir el adelantamiento de unas elecciones que – adelantadas o atrasadas – no van a cambiar nada. Por lo que ahora, en lugar de soluciones concretas, lo que vamos a tener es una campaña electoral feroz.

El barco de la Argentina estaba en la tormenta y su dirigencia, en lugar de ordenar la nave y prepararla para capear el temporal, se puso a hacer olas.

Es como decía Goethe: “Contra la estupidez hasta los dioses luchan en vano”.

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