
Los homenajes que se le han realizado al Dr Raúl Alfonsín luego de su fallecimiento (en rigor de verdad, habían comenzado tiempo antes suponiendo un rápido agravamiento de su salud) se caracterizan por ser retóricos discursos en los cuales no se nombra ninguna gran realización TANGIBLE de este ex-presidente. Calificativos tales como "padre de la democracia", "honesto presidente", "político de raza", y un largo etcétera, jalonan a locuaces oradores dispuestos a ocupar un papel en los medios que la realidad política hoy les niega.
¿Qué nos deja Alfonsín? Poco y nada.
Un orador encendido y pícaro. Un radical que jugaba a ser socialdemócrata, que coqueteaba con Gramsci y la internacional socialista.
Una persona que a sus íntimos les confesó que gobernar lo aburría (no así la rosca política) obviamente no podía dejar otra herencia que la que dejó. Un partido arruinado, un país destruído.
Con Alfonsín comenzaron a surgir ciertos temas que con el correr de los años causarían graves perjuicios a la sociedad argentina:
1. El delincuente tiene más derechos que las víctimas. Crecimiento exponencial de la inseguridad.
2. La opinión sobre los 70 de las organizaciones subversivas se convierte en la historia oficial. CONADEP y compañía.
3. La destrucción de las fuerzas armadas. (A pesar que lo salvaron en el 89 del ataque del MTP al cuartel de Tablada)
4. La democracia es el bien supremo. Si se roba o se mal gobierna o lo que sea, lo importante es que estamos en democracia.
5. Los sentimientos nacionales son malos (fachos), lo que derivó en la persecución del nacionalismo cuyos militancia hasta tuvo víctimas...en democracia.
Y mucho más. Seguiremos. Se escuchan opiniones.