domingo, 17 de mayo de 2009

¿Todavía les creen?


por Denes Martos

La prometeduría electoral


Estamos (otra vez) en vísperas de elecciones. Y (otra vez) vamos a tener que escuchar las promesas electorales de siempre. De hecho, ya las estamos escuchando. ¿Alguno de ustedes todavía cree en ese tipo de promesas? Pregunto, porque entre toda la gente a la que le hice esa pregunta en los últimos días – y fueron unos cuantos – no encontré a uno sólo que me confesara creer en las promesas de los políticos. Claro que, ante eso, uno podría seguir preguntando: si no les creen, ¿para qué los votan? Pero eso no sería más que otra forma gratuita de hacerme odiar, así que dejemos eso por ahora.
El hecho es que, los argentinos tienen sobradas razones para no creer en los políticos. En realidad, el fenómeno es prácticamente universal. Hagan la pregunta en cualquier país democrático del mundo y van a ver que, a esta altura del partido, el descreimiento es casi ecuménico. Los italianos creen tan poco en sus políticos como los alemanes o los ingleses. Todo el mundo sabe que los políticos hablan siempre de los problemas no resueltos que tiene la gente y por eso es que no tienen ningún interés en resolverlos. Si los resolvieran, los asesores de imagen y de campañas electorales tendrían un regio dolor de cabeza.

Con todo, los argentinos tienen quizás más razones que otros pueblos – o al menos que muchos otros pueblos – para no tomar en serio a sus políticos.

Basta con repasar un poco la lista de las grandes promesas y los grandes anuncios que, al final, terminaron en el limbo del olvido; o bien, al menos, en ese ignoto lugar adónde van a parar las palabras que se lleva el viento.


Los anuncios kirchneristas

Hace ya cosa de unos seis años – en Octubre del 2003 para ser exactos – el entonces Primer Hombre en ejercicio de la Argentina inauguró solemnemente el primer vuelo de LAFSA. Para los desmemoriados: “LAFSA” significa Líneas Aéreas Federales S.A.. Fue creada por el decreto 1238/2003 y se suponía que con esta empresa Kirchner corregiría el desastre de la privatización de Aerolíneas Argentinas. Sin embargo y en realidad, los aviones los ponía la ahora desaparecida Southern Winds. ¿Se acuerdan? Fue ésa de las valijas con 60 Kg cocaína que en Septiembre del 2004 detectaron los españoles en el aeropuerto de Barajas. La cuestión es que lo de LAFSA quedó en el aire. O, mejor dicho, nunca levantó del piso.

Un mes más tarde, en Noviembre del 2003, Kirchner volvía a la carga con otra fantástica novedad. Desde Rosario, anunció que se traería gas desde Bolivia: 10 millones de metros cúbicos al principio y el doble de eso en una segunda etapa. Según lo que en su oportunidad prometió De Vido, el Gasoducto del Nordeste iba a estar listo en Mayo del 2006. ¿Alguno de ustedes lo vio? Yo tampoco.

Y un año después vino el cuento chino. En Noviembre del 2004 el gobierno de Don Néstor anunció con bombos y platillos que los chinos invertirían nada menos que 20.000 millones de dólares en la Argentina (algunos hasta llegaron a hablar de 40.000 millones). Poco después, Li Bing, el viceministro de informaciones chino, aclaraba la cosa: "Yo nunca escuché esa cifra". Fue todo lo que dijo. Él no oyó la cifra. Nosotros nunca vimos la plata.

¿Alguno de ustedes cargó alguna vez nafta venezolana? ¿No? Pues deberían haber podido. Según lo que anunció De Vido a principios del 2005, hoy ya tendrían que existir unas 600 estaciones de servicio de Enarsa-PDV en el país vendiendo nafta bolivariano-sanmartiniana. Dicen que hay un premio para el que descubra las únicas dos que se instalaron. (Al menos, me dijeron que hay dos. Corríjanme si me equivoco).

El incalificable Guillermo Moreno está más allá de cualquier comentario. Lo que pocos recuerdan es que, en Agosto del 2005, cuando todavía era Secretario de Comunicaciones, prometió que la Argentina fabricaría un teléfono celular nacional que sería el más barato del mundo. Hasta le pusieron un nombre (no demasiado creativo, a decir verdad): el “argenmóvil”. No me pregunten dónde se puede comprar. Nadie, nunca, habló por ese teléfono.

Al año, en Agosto del 2006, Ricardo Jaime anunciaba el proyecto que se convertiría en la burrada más paradigmática de este gobierno: el famoso tren bala. Doña Cristina lo definió oportunamente como “un salto a la modernidad”. Saltito que, en todo caso, costaría la pavada de 3.600 millones de dólares. Que nunca aparecieron. Con lo que el tren bala saltó a un piadoso olvido por parte del gobierno y se convirtió en estandarte de perpetuas chicanas para la oposición.

Cuatro meses después, el 28 de Diciembre de 2006 – quizás no por casualidad justo el día de los Santos Inocentes – De Vido volvió a la carga con (otra) idea del Willy Moreno. Esta vez prometió financiar la refinería General Mosconi II. Dijo que procesaría 150.000 barriles de petróleo por día. Aunque, claro, para eso iban a tener que ponerse 2.200 millones de dólares sobre la mesa con el pequeño detalle que, de esa plata, 600 millones se iban a sacar de la plata de los jubilados confiscada a las AFJP. No sé dónde fueron a parar esos 600 millones jubilatorios. Lo que sí sé es que la refinería no está en ninguna parte y el combustible no apareció jamás. Ni siquiera como nafta de aviación para LAFSA.

Viendo que lo del gasoducto boliviano no cuajaba, Don De Vido, haciendo gala de su gran energía personal, redobló la apuesta en Enero del año pasado. Esta vez, en lugar de traer gas desde nuestros vecinos hermanos limítrofes del Norte, decidió prometer que lo traerían de más lejos todavía; es decir, desde Venezuela. Con algo así como 8.000 kilómetros, el gasoducto iba a ser el más largo del mundo. El convenio lo firmó, con toda la pompa y ceremonial del caso, Don Néstor el 7 de Mayo de 2007. Y en eso quedamos hasta el día de hoy. El otrora presidente español Felipe González fue el único que entendió la médula sustancial del proyecto. Lo definió como “una broma”.

El 2 de Septiembre del año pasado Doña Cristina prometió que se cancelaría la deuda con el Club de París. Algo así como 7.000 millones de dólares. En Buenos Aires unos 500 incondicionales aplaudieron de pié la promesa. En París los muchachos siguen tomando su absinth esperando la plata.


Los anteriores

Seguramente me quedan unas cuantas en el tintero pero seguir con la lista sería demasiado aburrido. Con todo, para los que ya me están acusando de ser excesivamente severo con el gobierno dual del matrimonio Kirchner, vayan aquí algunas otras que recuerdo al voleo.

Los que en Buenos Aires pasan por Figueroa Alcorta y Tagle, pueden tener el privilegio de ver ese adefesio metálico móvil que pretende ser una flor que se abre y se cierra con la luz solar – un mamotreto que compite en extravagancia y ridiculez sólo con el monumento al Quijote. Quizás pocos recuerden que allí, en 1974, López Rega prometió levantar lo que llamó el Altar de la Patria. Según el proyecto, iban a estar allí los restos mortales de Eva Perón, San Martín, Rosas, Yrigoyen, Facundo Quiroga, Fray Mamerto Esquiú, probablemente algunos más y, seguramente, los de El General cuando éste falleciera. Quizás Lopecito hasta especuló con descansar él también en el mismo lugar algún día. Pues no se le hizo. Desde 1978, en el lugar está ATC. Y esa horrible, fría, flor de metal que nadie entiende.

Después del interregno militar vino la democracia. Con ella, de la mano de Don Alfonsín, vino lo del Tercer Movimiento Histórico – probablemente el antecedente más cercano a la “transversalidad” kirchnerista – la denuncia del pacto militar-sindical, la CONADEP, el juicio a las Juntas, el felices pascuas, el punto final, la obediencia debida, la ley del divorcio, el Austral, el Tratado del Beagle, el Plan Primavera, el copamiento de La Tablada, la hiper, el saqueo de los supermercados y, finalmente, la “resignación” ante el Carlitos que venía con su revolución productiva, su salariazo, y su síganme que no los voy a defraudar. Pero en el ínterin, el 27 de Mayo de 1987, se sancionó la Ley 23.512 que establecía el traslado de la Capital Federal a Viedma. Se promulgó el 8 de junio de ese año. Lo curioso es que nunca fue derogada. De modo que no desesperen incrédulos: la promesa sigue en pie.

Lo que ya no sigue en pie es el proyecto de la aeroisla. Tenemos, eso sí, el aeropuerto de Anillaco – para exportar aceitunas, según se dijo en su oportunidad – pero lo de la isla aeroportuaria en medio del Río de la Plata pasó al olvido junto con Don Álvaro Alsogaray y junto con la promesa de su hija María Julia de limpiar el Riachuelo. Pero lo mejor del riojano fue su anuncio del cosmódromo de dónde partirían naves hacia la estratosfera para, desde allí, elegir el lugar en el que aterrizarían y poder estar en una hora y media en Japón, en Corea o en cualquier otra parte del mundo. Y no me digan que estoy delirando. Convénzanse en YouTube: http://www.youtube.com/watch?v=R4MMYKMyKQU .

Nadie puede negar que fue lo que se dice una idea revolucionaria. El día en que tengamos colonias en Marte a lo mejor alguien la reflota.


La realidad y los que vienen

Cuando estos días escuchen las promesas de los políticos profesionales – especialmente las de los “testimoniales” que ni siquiera van a tener la obligación teórica de cumplirlas – traten de tener presente el cuadro de situación que, objetivamente, presenta hoy la Argentina.

Por de pronto ya estamos en recesión. No es catastrófica, es cierto, pero una caída de alrededor del 3 o 4% de la actividad económica para este año no parece ninguna exageración. La inflación, diga lo que quiera Guillermo Moreno con su INDEC trucho, apunta a un horizonte de entre el 13 y el 16% y yo diría que esto es en el mejor de los casos. Para Diciembre de este año, un dólar a más de 4 pesos es una apuesta casi segura. La desocupación puede llegar a dos dígitos, digamos entre un 9 y un 11%. El panorama político mundial, si bien tiende a amesetarse, no deja de seguir siendo muy complicado.

Y con lo que Néstor y Cristina entienden de economía, aquí se nos puede complicar bastante más.

De modo que el próximo 28 de Julio consideren las promesas de los políticos con cuidado. Porque, aunque parezca mentira, a pesar de que ya nadie cree en ellas, todavía hay gente que va y las vota igual.

Y, en todo caso, tengan presente una muy buena frase de George Bernard Shaw que me acaba de mandar un amigo y que resume en insuperable síntesis la recomendación apropiada para los próximos días:

“A los políticos y a los pañales hay que cambiarlos seguido
. . . y por las mismas razones.”

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