jueves, 28 de octubre de 2010

De mortuis nil nisi bene

por Denes Martos

La algo estrafalaria frase del título es un viejo dicho adoptado por los romanos y que, según algunos, originalmente pertenece al sabio espartano Quilón. Significa “De los muertos, nada que no sea bueno”. Aunque, según otros, la traducción latina del original griego de Quilón tendría que haber sido “De mortuis nil nisi vere” – de los muertos, nada que no sea la verdad – algo que posiblemente se relaciona con el sentido de justicia de los espartanos puesto que el difunto ya no puede defenderse.

Néstor Kirchner ha fallecido.

Después de todas las críticas que le he dedicado en estas páginas quizás alguno de ustedes pensará que me cuesta horrores hacerle honor al aforismo grecolatino y escribir sólo cosas buenas de él. 

No es tan así. En primer lugar, jamás me alegré por la muerte de nadie. Nunca. En ningún caso. Nunca pude entender cómo algunas personas consiguen concebir a la muerte como un castigo merecido por las cosas malas que alguien ha hecho en la vida. Porque – y perdón por la obviedad – si ese alguien hubiera hecho sola, pura y exclusivamente cosas buenas, hubiera muerto igual. La Madre Teresa de Calcuta también falleció. Como todos. Como me tocará seguramente a mí, espero que dentro de algunos años. Como les tocará también a ustedes, ojalá que dentro de muchísimos más años. La muerte no es algo que nos merecemos. La muerte es algo que, inevitablemente, nos sucederá. Y si tiene algo de castigo, la causa de ese algo no necesariamente la tenemos que buscar en la vida puntual de una persona sino en algo metafísicamente mucho más complejo, muchísimo más profundo, y que algunas religiones refieren como la Caída original del ser humano.

De Néstor Kirchner nadie puede decir que fue de esos políticos que tiran la piedra y después se esconden y tratan de culpar a otros. Nadie puede decir que no fue al frente poniendo la cara desafiando y hasta atacando al que lo desafiaba. Si hubo una constante en él, esa constante fue la de redoblar permanentemente la apuesta a la hora de perder. Le gustara a quien le gustase y se ofendiera quien se ofendiese.

Entendió que en política, el poder no se regala; se conquista. Y para conquistarlo hay que pelear contra los otros que también quieren conquistarlo. Y en esa lucha se da siempre lo que decía el general Custer: “El primero es el primero. El segundo no es nadie”. Lo demás es hipocresía y en materia de poder político Néstor Kirchner nunca fue hipócrita. Quiso el poder porque tenía vocación de poder. Lo conquistó y lo ejerció. A algunos no nos gustó la forma en que lo hizo. A los politicastros lo que no les gustó fue que haya sido él quien lo hizo. Pero lo hizo. Y no dejó dudas al respecto.

Llegó a ser presidente de la Argentina en el 2003 con apenas el 22.24% de los votos. A los seis meses de mandato asumido había descabezado a la cúpula militar, colocado al Dr. Zaffaroni en la Corte Suprema, descabezado a la Policía Federal, reacomodado a la Policía Bonaerense, aplazado los pagos al FMI, presionado a las empresas privatizadas obligándolas a negociar tarifas, balanceado el poder del aparato político del PJ de la Provincia de Buenos Aires y presionado a los gobernadores con la coparticipación federal. 

Fue un ritmo al que la politiquería argentina no estaba acostumbrada. Más allá de los aciertos o desaciertos de sus jugadas de ajedrez, lo cierto es que Néstor Kirchner siempre estuvo dos, tres y hasta cuatro movimientos adelantado a todos sus competidores. Si a sus partidarios les resultó difícil seguirlo, a sus enemigos les resultó más difícil todavía alcanzarlo. Si al final hubiera ganado – o no – la partida, eso es algo que ya jamás sabremos. Pero que, bien o mal, el hombre jugaba a ganar, eso nadie lo puede poner en duda. Si la Argentina ganó o perdió con las victorias de Néstor Kirchner ésa también es otra historia. La de él es que jugó a ganar y la de sus enemigos es que muy pocas veces pudieron impedir que les ganara la cuerda. 

Le sobrevive políticamente una mujer que había empezado a militar con él cuando ella tenía apenas 17 años. Cuando, en 2007 Cristina Fernández de Kirchner recibió el bastón presidencial de manos de su marido, Néstor le dijo: “Éste es tu tiempo”.

Hoy, a partir de las 9:15 de la mañana, en El Calafate, se cumplieron esas palabras que, al final, resultaron ser una profecía.

1 comentario:

Occam dijo...

Muy justo recuerdo. Diríamos que bien espartano. Debe no obstante recordarse, porque usted ha abordado la cuestión de "poner la cara" que el arte de gobernar difiere de las artimañas de la política, sobre todo en un punto: la responsabilidad. Y eso es lo que le faltó al difunto, que siempre se posicionó desde el poder como si estuviera en la vereda de enfrente, y que las cosas malas que nos pasaban y nos pasan fueran producto de la acción sigilosa de abstracciones cuasi-fabulosas, como "los poderes concentrados", "los intereses golpistas", o "aquellos que quieren" (tal o cual cosa negativa).

El gobernante debe tener la prudencia y la sabiduría de mudar de hábito, desde la tribuna y la denuncia, desde la demagogia o la propaganda, a la responsabilidad suprema por todos los gobernados.

Como Maquiavelo, gran libertino, que empero a la noche, cuando en el silencio y la soledad se disponía a escribir sobre la Política, se ponía su vieja toga de magistrado.

Un cordial saludo.

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