domingo, 28 de marzo de 2021

Ese no es peronista

El peronismo, en cada nueva irrupción al comando del país, de una provincia o de un municipio, hace gala del olvido. Llegan como si nunca hubieran estado. Prometen lo que ayer fueron incapaces de hacer o cuando en su momento hicieron lo contrario. El mensaje es encantador y suena sensible a los oídos vírgenes. Como el público siempre se renueva por razones biológicas, siempre consiguen nuevos adeptos. Es un eterno retorno del fracaso disfrazado de esperanza.


Podríamos decir que es bizarro que un pseudo partido político que, tomando por ejemplo este largo período de normalidad democrática nacido en 1983, tuvo siempre mayoría en la cámara de Senadores y casi siempre en la de Diputados, gobernó abrumadoramente la mayoría de las provincias entre ellas la más importante y en algunos importantes municipios del conurbano bonaerense del tamaño electoral de una provincia, desde 1983 hasta la fecha encabeza el ejecutivo municipal; vuelva al Poder inmaculado como una virgen y que convenza a todos sus votantes que el mal que el país vive, se generó en ese 10% del tiempo en el cual ellos no gobernaron.


Pero en este corto escrito el punto es otro. El punto es, tomando un término penosamente célebre en la política de hoy, el de los negacionistas. El de los que expresan la remanida frase “ah, pero ese no es peronista”, que a veces muta en “eso no es peronismo”. La emplean tres grupos con diferentes visiones.


  1. Los que se definen como peronistas

    En este primer caso, que amerita dividirlos en algunos subgrupos, la frase es usada por peronistas que, ante el fracaso palpable en el ejercicio del Poder por miembros de su misma corriente política, se escudan en esa frase como escudo protector.
    El primer subgrupo sería aquel de las rencillas internas. El menemista o peronista sindical que califica a los K como “no peronistas” porque el General los echó de la plaza, y el grupo K o peronista ortodoxo que califica al menemismo como “no peronista” por sus políticas superestructurales liberales. Hasta acá y con solo este subgrupo bajo análisis, el caso podría tratarse de una interna partidaria.
    Pero avancemos a otro subgrupo, los peronistas de la época dorada. Para ellos, existió en épocas pretéritas un gobierno perfecto para la clase trabajadora, los industriales, los jóvenes y los jubilados, era la Argentina Potencia. Sin ahondar mucho en dicho análisis, este subgrupo considera que todo lo que vino después, yendo de fracaso en fracaso (dándoles la derecha que hubiera existido una época dorada) no fueron gobiernos peronistas, aunque se tratase de dirigentes históricos, que estaban afiliados, se presentaron por dicho partido a elecciones, cantaban la marcha y reinvindicaban a Perón, Evita y el peronismo histórico. Si tiene cuatro patas, cola y ladra, es un perro diría mi abuela.

    Vayamos al segundo caso de negacionistas que es muy interesante.

  2. Los nacionalistas

    Esta caso, que conozco bien de cerca, considera que existió una época donde el peronismo fue nacional-revolucionario desde sus orígenes hasta la traición, a la cual no pueden precisar en fechas ni en nombres (es decir, si Perón fue el traidor, por ejemplo). De todos los gobiernos peronistas posteriores a esa traición, solo rescatan, a partir de razonamientos absurdos, al de Isabel Perón (1974-1976). Eso sí, todos los que vinieron después, “no son peronistas”; y lamentablemente vuelcan su militancia a un resaltamiento del peronismo histórico aún no declarándose como peronistas, lo cual hace que en sus excursiones electorales no los voten ni propios ni extraños. Si el votante es peronista, va a votar al peronismo, no a un pequeño partido que diciéndose nacionalista, reivindica al peronismo. Si el votante no es peronista, no va a elegir una opción no peronista pero admiradora de un régimen que en el mejor de los casos, detesta. En informática lo llamaríamos un perfecto “deadlock”. Se dio el caso que intentando hace razonar a un joven militante nacional-revolucionario sobre lo falaz de esta postura, le pedí me nombrara 5 dirigentes peronistas que el considerara que fueron nacional-revolucionarios, dado que consideraba que el partido en algún momento lo fue. El listado fue Perón, Evita, Isabel, Rucci y como no encontró ni siquiera él un quinto, nombró en esa posición al Pueblo Argentino. Poético pero ridículo.

    Vayamos al último grupo, al más increíble.

  3. Los no peronistas

    Crecí en una familia donde había antiperonistas acérrimos y no-peronistas. Siendo un niño de primaria, cualquier referencia que se hacía al peronismo histórico (46-55) se hacía en función a una Dictadura, aún cuando en ese momento estuviera gobernando Lanusse. El peronismo era una mala palabra, el mal, por suerte desparecido, con un tirano prófugo. Ese era, cierto o no, el razonamiento de una inmensa mayoría de los no-peronistas. Luego vinieron los 70’s con su carga de irracionalidad, locura e incompetencia gubernamental peronista, que parecían darle la razón a mis abuelos. “Viste, volvieron como lo que son, como lo que siempre fueron, que vuelvan los militares!”, y volvieron nomás.
    Los golpes de 1955 y 1976 en ambos casos y en tema que da para otra nota, salvaron al peronismo. En 1983, a pesar de haber sido derrotado en las urnas, el peronismo estaba blanqueado, con numerosos gobernadores, intendentes y legisladores, presentes en el campo cultural y ni hablar en el campo sindical.
    A partir de 1983 el peronismo, incluso para los no-peronistas o antiperonistas, era un partido más y con los años de democracia, las nuevas generaciones empezaron a olvidar las leyendas negras del peronismo en sus dos períodos previos al frente del ejecutivo nacional, en algunos casos por desconocmiento, en otros por una precisa y no respondida propaganda. Esto llevó a que el no peronista, pudiera en determinadas circunstancias y con determinados candidatos, votar al peronismo. También, que algunos individuos sin pasado ni presente peronista, lo fueran. Massa o De Narváez candidatos, liberales votando a Menem, radicales apoyando a Duhalde o marxistas votando y sosteniendo a los Kirchner. Y para peor, los no peronistas empezaron a compartir y a promover mitos y leyendas peronistas.

    Todo esto llevó a la última de las paradojas. Aquellos no peronistas que por ejemplo para criticar a Menem y/o a Cristina Kirchner, utilicen el consabido latigillo de “no son peronistas”, haciendo referencia a un partido político al cual no adscriben, pero que habría tenido una época dorada, o al menos no tan terrible como las más recientes. Sin saberlo, adscriben a los mitos, leyendas, medias verdades y mentiras peronistas.


No está mal un ejemplo presente de lo que intentamos explicar en esta pequeña nota que da para un debate mucho más largo. Pero parrafraseando a mi abuela, estimados, si tiene 4 patas, cola y ladra, es un peronista, digo un perro.





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