martes, 11 de mayo de 2010

Pizza, birra y faso

Raúl Alfonsín comentaba entre sus íntimos que lo aburría la tarea de gobernar, que añoraba la "rosca" política. A Cristina F. de Kirchner parece que le pasa lo mismo. Reemplaza la tarea para la que fue electa, por infinitas puestas en escenas dialécticas, generalmente recordando discutidos actos y personas del pasado ya no tan reciente; actos y personas que tuvo bien escondidos mientras también era parte de la fiesta menemista. Hoy le tocó al discutido padre Mugica.

Pero no es eso lo que llama la atención.

Las llamadas villas miserias o villas de emergencia son lugares que existen y que en un país como la Argentina no debieran de existir, de no ser por la impericia y deshonestidad endémica de sus gobernantes. Dada su existencia, hay gente que elige vivir en las villas y hay otra pobre gente trabajadora que no sabe como salir de ese infierno en el cual es vilmente explotada.

Angostos pasillos, barro, tierra, droga, pobreza. Mafias, inseguridad, falta de futuro. Inmigración ilegal, ocupación ilegal de tierras. Explotación. Gente que quiere progresar, con hijos que en ese entorno no podrán hacerlo aunque quieran. Paco, paco y paco.

Cristina F., en el citado acto en homenaje al padre Múgica en la Villa 31, recordó que durante su gestión como legisladora, a partir de 1995, pasaba con frecuencia por la Villa de Retiro y era común ver que era un conjunto de cartones y chapas; hoy se ve la transformación que ha experimentado este espacio, “que se traduce en ladrillos, chapas, un lugar que se está urbanizando, que también implica la profunda transformación que ha tenido el país”



¿Qué decían los honestos habitantes de la Villa 31 hace algunos meses pasado ante declaraciones de igual tenor de Cristina F.?

María Alejandra Martínez, nacida en la 31 hace 34 años, afirmó que el crecimiento de su barrio no es una buena sino una pésima noticia: “Yo no quiero que siga creciendo. Está colapsando todo, el agua, la luz, todo. No se puede vivir así. Nosotros queremos ser como un barrio más, pero si sigue llegando gente, como todos los días, que entran peruanos, paraguayos, bolivianos, la urbanización se complica”. Martínez disparó: “A ella le debe gustar que todo esto crezca porque cuanto más villeros tiene el barrio, más plancitos (sociales) puede repartir. Pero acá no hacen falta planes sino trabajo”.

Enojado está Juan Domingo Romero, a cargo del merendero Los Principitos de Retiro, que con 27 años es la institución más antigua de la villa. “No entiendo cómo se puede alegrar de un barrio donde la marginación, la violencia y el paco conviven con sus habitantes –sostiene Romero–, donde el aborto y la muerte van de la mano”. Agregó: “El tema es que si desaparecen las villas no tienen con qué llenar los actos políticos”.

Un histórico, Rufino Campos, 42 años y vecino de la villa desde tiempos de la última dictadura, se sumó al repudio a las declaraciones de la Presidenta: “No es bueno que crezca una villa. Tendría que haber menos villas. Ella no tendría que declarar esas cosas sin antes caminar el barrio o asesorarse. No sabe lo duro que es vivir en el barrio. La vida acá es un flagelo, si pudiera me iría. Pero ningún gobierno hizo nada por nosotros. Valemos muy poco”.


(http://www.criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=38889)

1 comentario:

Occam dijo...

Realmente pasmosa es la falta de política de estos aciagos tiempos en nuestro sufrido país. E indignante el despilfarro de recursos, de tiempo y de oportunidades que significó esta oscura etapa de demagogos inútiles y tramposos.

Los más pobres son los que más lo padecen, mientras se ha generado una nueva oligarquía al amparo de un Estado (o sea, de un pueblo) expoliado.

Mis cordiales saludos.

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